domingo, 18 de julio de 2010

Un Jesús para nuestro tiempo 3ª y última parte


La segunda cuestión que plantea nuestro Evangelio, es cómo hemos de procurar buscar el Tesoro. ¿De qué manera y con qué espíritu debemos emprender este gran trabajo que es realmente tan inesforzado, si hemos de tener éxito? De nuevo, nuestro texto es completamente claro. Debemos acudir a esta aventura con inspirada candidez, con el espíritu directo y receptivo de un niño, incluso de un bebé. El Reino es invisible para los adultos, como tales. Tenemos que ser lo suficientemente desprejuiciados y atentos como para dejar de lado lo que pensamos que sabemos y comenzar a ver todo de nuevo, como si nunca lo hubiéramos visto antes, y a confiar en lo que encontremos. En esta investigación, nuestra erudición, nuestros sistemas de creencia, nuestras fórmulas religiosas, nuestro (supuesto) sentido común, nuestra intrincada red de opiniones —todas estas cosas son otras tantas capas de cataratas que nos ciegan ante lo que es completamente evidente para el ojo claro del niño. En otras palabras, lo que tenemos que hacer es cambiar conceptos por perceptos, y hacer nuestra fortuna.

La tercera cuestión plantea qué es exactamente eso que estamos buscando. ¿Cómo reconoceremos este Reino cuando lleguemos a su frontera? ¿Cómo estaremos seguros de que es nuestra Patria? ¿Cuál es el clima, la topografía característica, de esta Tierra Prometida? ¿Por qué signos sabremos que hemos descubierto el secreto real de Tomás, y no simplemente alguna noción que tengamos sobre él? Bien, los indicios —metáforas y símiles y descripciones directas— esparcidos por todo nuestro texto, son abundantes, variados, simples, convincentes, y a menudo bellos. Este Querido País nuestro, nuestra Patria, es un lugar de misterio paradójico y profundo, y sin embargo su aire es más claro que la amplia luz del día, y más vasto que el cielo más vasto. De acuerdo con Tomás está vacío, y sin embargo lleno del Todo. Vacío para llenarlo con lo que quiera que acontezca que se ofrece, podríamos decir. Es donde los opuestos —dentro y fuera, arriba y abajo, masculino y femenino (para citar solo unos pocos)— se unen y son uno y lo mismo. Aquí está El no nacido de mujer, a quién ningún ojo ve, ni ningún oído oye ni ninguna mano toca. Aquí está el Ser de todos los seres, que permanece cuando todos los seres se han ido. Aquí está la Quietud en la que se hacen todos los movimientos. Aquí está la Luz dentro del hombre-Luz que ilumina el mundo entero. Así habla el Jesús para nuestro tiempo.

Y ahora usted y yo sabemos con precisión dónde mirar, y con precisión cómo mirar, y con precisión qué hemos de mirar, y solo queda una cosa por hacer —y eso es MIRAR. Usted se mira a Usted Mismo, y yo me miro a Mí Mismo, como si fuera la primera vez. Sí, por favor haga eso en este mismo momento, sin dejar este libro. Atrévase a mirar al lugar mismo que usted ocupa y vea si en realidad está ocupado —atestado de anatomía— O, como dice Jesús, vacío. Vacío, justo ahora, para estas palabras impresas. ¿Por qué no dejar de ser excéntrico y desequilibrado —por no decir loco? ¿Por qué no ser donde solo usted es y dónde usted es el Solo, el único descubridor y el único experto y el único residente en este Lugar de lugares? ¿El Colón solitario de este Mundo-Siempre-Nuevo —el Reino Dentro, su reino?

Jesús tuvo un camino duro. No era una broma estar tan adelantado a su tiempo y lugar. ¿Cómo podemos nosotros enmendarlo? Recuerdo un par de líneas de un himno que nosotros solíamos cantar de niños:

¿Qué podemos hacer por el bien de Jesús
que es tan elevado y bueno y grande?

Bien, hay una cosa que nosotros los adultos podemos hacer ahora mismo, para que su tarea y agonía no sean en vano, y eso es —no creer esta enseñanza suya en Tomás, sino probarla, verificando (o refutando) sinceramente las escrituras por nuestra experiencia en lugar de nuestra experiencia por las escrituras. Por ejemplo, él nos dice:

Si aquellos que os guían os dicen
¡Mirad!, el Reino está en los cielos,
Entonces los pájaros del cielo llegarán
allí antes que vosotros.
Si os dicen
Está en el mar,
Entonces el pez llegará allí antes que vosotros.
Pero el Reino está dentro de vosotros.

Querido lector, si no por amor de Jesús entonces por respeto a él, o por interés en lo que él alega que usted es realmente, o al menos por una mezcla de cortesía y curiosidad, mire y vea si él sabe de lo que está hablando. Ponga sus palabras a prueba llevando a cabo el siguiente simple experimento. Leer solo mis palabras es peor que inútil.

Apunte con su índice arriba al cielo ahora y quizás a los pájaros que vuelan. O, si usted está en casa, apunte arriba al techo y observe que su dedo está apuntando a una cosa u otra, y ciertamente no a la vacuidad que es el Reino. Seguidamente apunte hacia fuera a aquellas colinas y árboles y casas, o a la pared y a la puerta y al mobiliario en el lado opuesto de la habitación, y advierta que usted está apuntando a una colección de objetos distantes. Seguidamente, apunte a la tierra o al suelo. Y después, lentamente y con gran atención a sus pies, después a su regazo, después a su tronco, y advierta como en cada caso, esta cosa que usted llama su dedo está indicando otra cosa, y que hay una distancia entre ellas. Y ciertamente, una vez más, el Reino no es ni una cosa ni está distante de nada: por el contrario, es omniinclusivo. Finalmente apunte a su «cara». Ahora, según la evidencia presente, ¿a qué está apuntando ese dedo?

¿Está apuntando a una cosa más bien pequeña, opaca, coloreada, con textura, en movimiento, compleja y bien perfilada? ¿O a un Vacío que, aunque atestado con todo tipo de cosas y cualidades, es de un tipo completamente único? ¡Vea por usted mismo! ¿No es inmenso, transparente, incoloro y sin textura, sin movimiento, simple, llano en ambos sentidos —y agudamente consciente de sí mismo como todo esto? Ajustándonos a lo que se da ahora, abandonando la imaginación, no introduciendo en la situación nada ajeno a ella, ¿no es usted en este momento Capacidad o Espacio para la escena entera, desde el cielo hasta la Tierra, desde la Tierra hasta los pies, desde los pies hasta el escote —Espacio Consciente para que todo ello acontezca en Él? Yo no estoy en situación de decirle lo que es ser usted en este momento. Solo usted puede decirlo. Por favor, continúe mirando a lo que está apuntando ese dedo, y resuelva, de una vez por todas, su verdad sobre este sujeto esencial —que es usted mismo como Sujeto.

Ciertamente la buena nueva es verdadera, y el Reino está dentro de usted.

En otro dicho de nuestro Evangelio, Jesús se queja tristemente de que los humanos están ebrios, están tan ciegamente ebrios que no pueden ver su Vacuidad. Usted y yo, al menos, nos hemos desembriagado lo suficiente ahora para advertir que nosotros no vivimos dentro de cajas pequeñas, estrechamente ajustadas, oteando por dos pequeños agujeros un mundo distante desde el oscuro y pegajoso interior. No, nosotros estamos fuera, fuera y por todas partes. Nosotros vemos claramente cuán ampliamente abiertos somos, abertura misma, vasta, enorme, que se extiende y abarca el Sol y las estrellas. Cuán refrescante, cuán liberador es no ser ya más una pequeña cosa iluminada, sino, en lugar de ello, la Luz que ilumina todas las cosas en el mundo. Y esta Inmensidad brillante que usted es realmente —¿Cómo podría esto nacer de una madre terrenal, o (lo que es más) nacer en absoluto? ¿Es esto el tipo de cosa que algún empresario de pompas fúnebres podría manejar, o que requiera sus servicios? Usted, que hace tales preguntas, usted es su respuesta. Usted sabe, usted ve, usted es el secreto del Evangelio según Tomás. Lejos de desconcertarnos a usted y a mí con cuentos de hadas, de atiborrarnos de controversia religiosa y propaganda piadosa, nos pide que no creamos nada de palabra. Sino que lo pongamos a prueba, y de inmediato ello cobra un sentido perfecto. Deja al descubierto nuestro esplendor, y nos muestra cómo vivir.

En contra del resurgimiento del fundamentalismo (¡menudo nombre inapropiado!) y la superstición de todo tipo, una gran simplificación está en proceso. Es un movimiento fuera de las formas externas de la religión —de sus observancias mágicas, de sus dogmas tan increíbles como ingeniosos (pero siempre cruelmente divisorios), de la masiva maquinaría eclesiástica que rechina y se atasca —un movimiento, fuera de toda esta ofuscación, hacia la visión beatífica que está en el núcleo de las grandes tradiciones religiosas, hacia el corazón simple y paciente que late vigoroso en todas ellas. He aquí una espiritualidad transparentemente honesta y antisectarista fundada en la experiencia directa en lugar de en el dogma y lo sabido de oídas.

Yo sugiero que no es un accidente que la cueva en Nag Hammadi retuviera su tesoro durante mil setecientos años, y que solo lo entregara cuando hombres y mujeres —en número suficiente para cambiar la historia— hubieran devenido escépticos y suficientemente sobrios como para descifrar su código secreto, revelando lo que es, después de todo, perfectamente evidente. En cualquier caso, gracias en parte al Jesús de Tomás, está deviniendo cada vez más difícil negar que nosotros somos lo opuesto mismo de los pequeños, opacos y no luminosos mortales que parecemos ser.

El secreto está al descubierto. La verdad salvadora es el más abierto de los secretos. El Reino ha llegado, y las gentes están comenzando a notarlo.

Douglas Harding

miércoles, 14 de julio de 2010

Un Jesús para nuestro tiempo 2ª parte
















El Evangelio comienza con un aviso, un reto y una enorme promesa. El aviso es que estos dichos de Jesús no son solo para leerlos. Hay que hacer un trabajo con ellos. Su significación no está en su superficie, su secreto tiene que ser penetrado y expuesto. El reto es persistir en este trabajo hasta que el significado secreto ya no sea secreto, sino evidente. Y la recompensa por hacer este descubrimiento es nada menos que la vida y el reino eterno.

Animados así, emprendamos el trabajo al momento. Si somos serios, al instante tendremos que hacer frente a algunas cuestiones prácticas sobre cómo proceder —cuestiones de dónde y cómo y qué. ¿Exactamente dónde tenemos que buscar esta buena nueva, este tesoro de tesoros? ¿Exactamente cómo lo buscaremos, con qué espíritu dirigiremos esta prometedora búsqueda? ¿Por qué signos la reconoceremos cuando la hayamos encontrado?

Felizmente nuestro Evangelio mismo responde a estas cuestiones de procedimiento para nosotros. Nos da un manojo de llaves para abrir el tesoro.

Tomemos primero la cuestión de dónde ha de ser encontrada la verdad salvadora, el secreto de los secretos. La respuesta no deja lugar para la duda. El reino —el lugar de la Vida, del Conocimiento, del Reposo —no está encima o más allá o debajo. Está dentro. Está justamente donde yo estoy en este momento, más cerca de mí que mí mismo, más cerca que todo lo demás. Es el Hogar que nunca he dejado realmente, el foco y punto medio de lo que es a la vez mi mundo y el mundo, siempre aquí y nunca ahí. Lo cual solo puede significar que todos los libros —incluyendo, por supuesto el que usted está leyendo ahora, y ciertamente el Evangelio según Tomás mismo— están literalmente fuera del punto al menos unos veinte centímetros. Ahí fuera, no tienen ningún valor excepto como señaladores a su Lector, el único que está a cero metros de sí mismo. En efecto, Jesús insiste en que usted vuelva su atención 180 grados y mire simultáneamente a lo que usted está mirando y a desde donde usted está mirando. Es tan simple como eso, y tan fácil como parpadear, con solo que dejemos de pretender que es complicado y difícil y reservado para gente muy especial. Quienquiera que usted sea y justamente como usted es, es aquí y solo aquí, donde usted encontrará la perla, el Tesoro enterrado, lo Sin muerte, el Reino que es suyo propio. Aquí en el Centro, usted es la llave, usted es el secreto de estos dichos de Jesús.

Douglas Harding

lunes, 5 de julio de 2010

Un Jesús para nuestro tiempo 1ª parte


El Evangelio según Tomás, perdido y descubierto «por accidente» en una cueva egipcia en 1945, no podía haber aparecido en un momento más oportuno de la historia, o con un mensaje que hable más directamente a nuestra condición y necesidades. En este antiguo texto apócrifo cristiano, la voz viva de Jesús llega hasta nosotros directamente, sorteando todo lo que los hombres han estado diciendo sobre él y haciendo en su nombre. Vuelve claramente, sobre el clamor confuso de dos milenios de cristianismo. Es como si él mismo hubiera puesto esta benéfica bomba de relojería en la cueva en Nag Hammadi, colocando cuidadosamente la mecha para retrasar su explosión hasta que el mundo estuviera listo para el impacto. Es como si, tan trágicamente adelantado a su propio tiempo, él hubiera sabido cuándo un número significativo de hombres y mujeres completamente ordinarios (tan distintos de los sabios y veedores altamente especializados y disciplinados) fueran al fin capaces de alcanzar su visión de la Luz, su experiencia de lo que él llama el Reino.

Yo no puedo hacer nada mejor que comenzar citando un número de dichos o logia típicos de este Evangelio:

Que el que busca, no cese hasta que encuentre. Y cuando encuentre, se asombrará, y cuando se asombre, se maravillará, y será rey sobre todo.

Vosotros examináis la faz del cielo y de la tierra, pero no sabéis qué es donde vosotros sois. E ignoráis el momento presente.

El hombre anciano no dudará en preguntar al niño de siete días sobre el lugar de la vida, y vivirá.

Los cielos y la tierra se plegarán ante vuestros ojos, pero el que vive desde el Uno no experimentará ni muerte ni temor.

Muchos están de pie frente a la puerta, pero es el Solo el que entra en la cámara de la novia.

Yo soy la Luz que está en todas las cosas. Yo soy el Todo. De mí ha salido el Todo, y a mí ha vuelto el Todo. Cortad la madera y yo soy ahí. Elevad la piedra y me encontraréis.

El que conoce todo excepto a sí mismo, carece de todo.

Nosotros venimos de la Luz, del lugar donde la Luz viene a la existencia por sí misma solo.

Yo estuve en medio del mundo y aparecí ante ellos en la carne. Les encontré a todos ebrios. No encontré a nadie que estuviera sediento. Y mi alma fue perturbada por los hijos de los hombres, pues ellos son ciegos en sus corazones, y no ven que vienen vacíos al mundo.

Hay una Luz en el hombre-Luz y ella ilumina el mundo entero.


Este quinto Evangelio o escrito de Dios es muy diferente de los cuatro Evangelios canónicos. Es una colección de los dichos o logia de Jesús, algunos de los cuales son un eco de sus dichos en los otros evangelios, y algunos de los cuales son únicos de Tomás. No contiene milagros ni historias admirables, ni caminatas sobre el agua, ni resurrección de los muertos, ni concepciones inmaculadas o ascensiones a los cielos o descensos a los infiernos: nada en absoluto para forzar nuestra credulidad. Ciertamente, es una compilación más tardía que los cuatro canónicos. Sin embargo, algunos eruditos creen que puede remitirse a fuentes anteriores a las de éstos, y por lo tanto nos ofrece lo que puede ser llamado un Jesús desmitologizado. Sea como sea, la cuestión ante nosotros ahora es el valor y la verdad de estos dichos, sin importar cuán auténticos sean históricamente, cuán lejanas estén las palabras de Jesús, o de sus seguidores e intérpretes.

Douglas Harding

Gracias Pedro Rodea por el artículo