miércoles, 25 de septiembre de 2013

La cruz nos apunta a Eso que no puede ser crucificado

San Agustín escribió, "Como un novio, Cristo salió de su habitación... Se acercó al lecho nupcial de la cruz, y ahí, montándose en ella, consumó su matrimonio. Y cuando percibió los suspiros de la criatura, se rindió amorosamente al tormento en lugar de su novia, y se unió él por siempre (a ella)."

¿La crucifixión como una celebración de vida? ¿Como un matrimonio? ¿Qué diablos está pasando? 

Cuando despertamos de nuestros sueños de la niñez y dejamos de tomar en forma literal  nuestras metáforas religiosas y espirituales, cuando dejamos de creer que el literal hijo de un literal dios literalmente murió en una cruz literal y después fue literalmente resucitado y literalmente ascendido a un cielo literal, la crucifixión revela su verdad más íntima y profunda: que cuando dejamos de resistirnos al dolor, cuando recordamos aquello que realmente somos como la inmensa, abierta, espaciosa capacidad para todo lo que hay en la vida, cuando recordamos nuestra verdadera identidad como la consciencia misma, entonces, nuestra humanidad, con toda su belleza y desorden y dolores, se ve que es inseparable de lo divino, inseparable de la gracia.

La cruz nos apunta a Eso que no puede ser crucificado, a aquello que somos antes de cualquier historia, a lo que fue Jesús, a la consciencia misma ("Dios"). En este lugar, la novia y el novio, el padre y el hijo, el tiempo y lo atemporal, la dualidad y la no-dualidad, el vacío y la forma, incluso la vida y la muerte son sólo opuestos mentales imaginarios que nadan en un amor y en un silencio y en una plenitud más allá de la comprensión. 

La salvaje tortura de la cruz te succiona hasta su centro infinitamente en paz.

Y así, la crucifixión, entendida en su sentido más profundo, va más allá de la teología e incluso de la psicología y se convierte en esta gran invitación a despertar, a morir a todo aquello que es falso, y en el medio de toda esa devastación, descubrir que eres la vida eterna. Puedes llamarlo la paz de Dios o consciencia o puedes ni siquiera ponerle un nombre, eso no importa porque sólo se trata de metáforas que intentan describir lo que ya eres, previo a toda palabra.

Todos vivimos nuestra propia crucifixión. Todos enfrentamos la ruina, el ridículo, la desesperación y la pérdida de nuestra propia imagen. Morimos como seres separados y renacemos como la consciencia misma y resucitamos con este cuerpo, en este momento, en este lugar, y el círculo de la vida se completa a sí mismo en y como este momento común y corriente.

Nadie puede escaparse de la pruebas que nos pone la vida. Nadie puede escapar del dolor de la humanidad, como enseñó el Buda. La única pregunta que queda es ¿Cómo te estás relacionando con esta existencia? ¿Podríamos "entregarnos amorosamente al tormento"? ¿Podríamos "unirnos eternamente" con nosotros mismos con una paz que rebase todo entendimiento? ¿Podríamos darnos cuenta que la muerte no es algo a lo que debamos temer?

Ya sea que creas literalmente en la crucifixión o no, o que te llames a ti mismo Cristiano, Judío, no-dualista o ateo, no puedes negar el poder simbólico y mitológico que tiene el impacto de la crucifixión, y su importancia como enseñanza universal de profundo despertar en el medio del insoportable dolor, una enseñanza que trasciende la religión misma y le habla a todas las personas, independientemente de su edad o de su formación.

No me etiqueto como Cristiano, pero oculto a plena vista, en el corazón del mensaje Cristiano hay una enseñanza no-dual asombrosamente poderosa de amor incondicional, profunda aceptación y un perdón desgarrador - una enseñanza, por supuesto, que se encuentra en el corazón de todas las otras grandes tradiciones religiosas del mundo. La verdad no puede ser contenida - es como un río salvaje que se desborda por todos lados. Con razón hay tantas religiones en el mundo, tantos sistemas metafóricos, cada uno tratando de expresar la única e inefable verdad de la existencia: que el instrumento de tu tortura, aquello que alguna vez amenazó con destrozar tu espíritu, eventualmente se convierte en tu salvación y te despierta a la vida. Que cuando enfrentamos sin miedo la aparente oscuridad descubrimos que sólo hay luz no dividida. Que la libertad reside no en escapar hacia lo Absoluto sino en afirmar la vida tal y como es - consumando nuestro matrimonio con nuestra humanidad, incluyendo todas las pruebas y tribulaciones.

Somos crucificados y nacidos de nuevo, no mañana, no ayer, sino ahora, en cada uno de nuestros alientos.

¡Felices Pascuas!

Jeff Foster


(Traducido por Tarsila Murguía)

El amor sagrado







El amor no puede ser una emoción, no puede ser un ideal. Una emoción no puede ser sino una sensación psicofísica, un ideal no es más que un conjunto de ideas, de pensamientos. El amor ha de ser, para ser verdadero, la espontánea atracción a la unidad que somos. No estamos separados y por eso no podemos considerar a nada ni a nadie separado, nada está fuera, –de la consciencia- nada es opuesto ni lejano, nada es enemigo. Jesús, según los evangelistas, hablaba a partir de esta comprensión. Decía que había que amar a los enemigos, a los que nos ofenden. Así se rompe el condicionamiento mental de los opuestos, de querer a los buenos y odiar a los malos. Se rompe la dualidad en el amor sagrado, o lo que es lo mismo, al romper la dualidad del pensamiento, por sabiduría irrumpe el amor sagrado.

Consuelo Martín


(Sabiduría en la acción de ediciones Mandala)

miércoles, 11 de septiembre de 2013

El reino de Dios está entre ustedes

Al oír hablar del espacio interior quizás usted se disponga a buscarlo, pero si lo busca como si se tratara de un objeto o una experiencia, no podrá encontrarlo. Ese es el dilema de todas las personas que buscan la realización espiritual o la iluminación. Jesús dijo, "El reino de Dios no vendrá con señales que puedan observarse; tampoco dirán, 'Ha llegado' o 'Aquí está, porque el reino de Dios está entre ustedes".

Cuando no pasamos la vida insatisfechos, preocupados, nerviosos, desesperados o agobiados por otros estados negativos; cuando podemos disfrutar las cosas sencillas como el sonido de la lluvia o del viento; cuando podemos ver la belleza de las nubes deslizándose en el cielo o estar solos sin sentirnos abandonados o sin necesitar el estímulo mental del entretenimiento; cuando podemos tratar a los extraños con verdadera bondad sin esperar nada de ellos, es porque se ha abierto un espacio, aunque sea breve, en medio de ese torrente incesante de pensamientos que es la mente humana. Cuando eso sucede, nos invade una sensación de bienestar, de paz vívida, aunque sutil. La intensidad varía entre una sensación de contento escasamente perceptible y lo que los antiguos sabios de la India llamaron "ananda" (la dicha de Ser). Al haber sido condicionados a prestar atención a la forma únicamente, quizás no podamos notar esa sensación, salvo de manera indirecta. Por ejemplo, hay un elemento común entre la capacidad para ver la belleza, apreciar las cosas sencillas, disfrutar de la soledad o relacionarnos con otras personas con bondad. Ese elemento común es la sensación de tranquilidad, de paz y de estar realmente vivos. Es el telón de fondo invisible sin el cual esas experiencias serían imposibles.

Cada vez que sienta la belleza, la bondad, que reconozca la maravilla de las cosas sencillas de la vida, busque ese telón de fondo interior contra el cual se proyecta esa experiencia. Pero no lo busque como si buscara algo. No podría identificarlo y decir, "Lo tengo", ni comprenderlo o definirlo mentalmente de alguna manera. Es como el cielo sin nubes. No tiene forma. Es espacio; es quietud; es la dulzura del Ser y mucho más que estas palabras, las cuales son apenas una guía. Cuando logre sentirlo directamente en su interior, se profundizará. Así, cuando aprecie algo sencillo, un sonido, una imagen, una textura, cuando vea la belleza, cuando sienta cariño y bondad por otra persona, sienta ese espacio interior de donde proviene y se proyecta esa experiencia.

Desde tiempos inmemoriales, muchos poetas y sabios han observado que la verdadera felicidad (a la que denomino la alegría de Ser) se encuentra en las cosas más sencillas y aparentemente ordinarias. La mayoría de las personas, en su búsqueda incesante de experiencias significativas, se pierden constantemente de lo insignificante, lo cual quizás no tenga nada de insignificante. Nietzsche, el filósofo, en un momento de profunda quietud, escribió: "¡Cuán poco es lo que se necesita para sentir la felicidad! ... Precisamente la cosa más mínima, la cosa más suave, la cosa más liviana, el sonido de la lagartija al deslizarse, un suspiro, una brizna, una mirada, la mayor felicidad está hecha de lo mínimo. Es preciso mantener la quietud".

 
¿Por qué es que la "mayor felicidad" está hecha de "lo mínimo"? Porque la cosa o el suceso no son la causa de la felicidad aunque así lo parezca en un principio. La cosa o el suceso es tan sutil, tan discreto que compone apenas una parte de nuestra conciencia. El resto es espacio interior, es la conciencia misma con la cual no interfiera la forma. El espacio interior, la conciencia y lo que somos realmente en nuestra esencia son la misma cosa. En otras palabras, la forma de las cosas pequeñas deja espacio para el espacio interior. Y es a partir del espacio interior, de la conciencia no condicionada, que emana la verdadera felicidad, la alegría de Ser. Sin embargo, para tomar conciencia de las cosas pequeñas y quedas, es necesario el silencio interior. Se necesita un estado de alerta muy grande. Mantenga la quietud. Mire. Oiga. Esté presente.
Eckhart tolle 

martes, 25 de octubre de 2011

El problema con Dios


Siempre es un error separar nuestra consciencia de nuestras ideas de “Dios”. Jesús mismo dijo: “A aquel que conozca el Todo pero no se conozca a sí mismo, le falta todo”. Sea lo que fuere lo que creamos sobre Dios, estamos a sabiendas o sin saberlo, hablando de nosotros mismos, y con frecuencia es nuestra personalidad de supervivencia la que influye en lo que decimos. Si queremos un dios que nos sostenga en la batalla o en nuestra nacionalidad o en nuestra supremacía religiosa, inventamos un dios que legitima nuestra causa. Si queremos un dios que nos exonere y nos perdone, le abrimos el corazón a un dios que así lo hace. Si queremos un dios que esté a favor de la vida y de la elección, creamos este dios en nuestra mente. Y, una vez que hemos creado este dios, siempre construimos la evidencia o la doctrina que respalde nuestra creencia.

 Richard Moss

 (El Mandala del Ser)

domingo, 9 de octubre de 2011

“Yo y mi padre somos uno”


Recuerdo la primera vez en que vi a mi padre. No le vi como “mi” padre, porque en modo alguno era mío. Era un simple personaje de película interpretado por el Ser – o la Conciencia, que vienen a ser lo mismo-. Le vi con absoluta claridad. Vi lo que realmente había allí; vi más allá de la historia, más allá de la historia de padre e hijo, más allá de los deberías, de los no deberías, de los podrías tener y de la historia de que no era la persona que yo hubiera querido que fuese. Y es que, cuando todo aquello se desvaneció, cuando el pasado se tornó tan irrelevante Comcel futuro, sólo quedó frente a mí increíblemente inocente, un anciano, de cabello cano, con el rostro arrugado y manchas en las manos. Entonces se desvaneció, súbitamente todo intento de cambiarle, dejando tan sólo el agradecimiento.

Todo había sido muy inocente. Él era completamente inocente y yo era completamente inocente. Él no había sido, en modo alguno, mi padre, y yo había sido, en modo alguno, su hijo. Ésos no son más que roles que hasta entonces habíamos tomado erróneamente por la realidad. Los actores se habían identificado tanto con su rol que se habían olvidado de que no eran más que actores desempeñando sencillamente el papel de padre y el papel de hijo, y distorsionando así completamente la realidad.

Cuando, no obstante, la niebla se disipó y se abrieron las puertas de la percepción, solo quedó la pura simplicidad de lo que ocurría. Un anciano de cabello cano, sentado en una silla y tomando el desayuno. Nada que fuese especialmente “mío”. Ninguna sensación de posesión. Ninguna sensación de control o de falta de control. Un personaje sencillo, perfecto en sí mismo. Ahora entendía a qué se refería Jesús cuando dijo que “Yo y mi padre somos uno”.



En cierto modo se trataba de una muerte, de la muerte de la historia de mi padre y de la muerte también, en consecuencia, de la historia del hijo. Muerte del padre, muerte del hijo y muerte también de todo lo que hay entre nosotros. Muerte de los roles. Muerte de la pretensión, muerte de la fachada y muerte de las máscaras y de los juegos. Y, sin embargo, detrás de todas esas muertes queda el latido de la vida, porque nada real puede morir jamás.

Y no sólo la muerte del padre, sino también la muerte de la madre, de la hermana, del hermano, del amigo y del amante. Ésos no son más que roles provisionales que, por más útiles que resulten para movernos en este mundo, se interponen entre nosotros hasta acabar enmascarando la intimidad de lo que es.

Cuando nada es tuyo, todo es tuyo. Cuando nada es tuyo, no hay nada que pueda obstaculizar nada. Cuando nada es tuyo, el mundo estalla en pedazos. Entonces no hay, en el mundo, obstáculo alguno, y sólo queda una intimidad absoluta con otros yoes aparentes y con todo lo que emerge.

No hay nada, cuando desaparecen los roles de padre y de hijo, que puedan obstaculizar esta intimidad.

¡Qué extraordinaria intimidad me une a ese hombrecillo que está tomándose sus copos de maíz! ¡Es demasiado hermoso como para empezar a hablar de ello!

Jeff Foster

domingo, 13 de febrero de 2011

¿Quiere decir usted que a veces los sentimientos, como el sentimiento de compasión, pueden identificarse como viniendo del Uno?


Douglas Harding: Sí. Nosotros deberíamos tener humildad para ser un poco tradicionales aquí y darnos cuenta que durante dos mil años grandes santos han estado trabajando en esto, y la característica común de su descubrimiento es: «No soy yo, sino Cristo quien vive en mí». Pablo prosigue: «Yo estoy crucificado con Cristo». El padre Gerard Hughes, autor del libro, God of Surprises, dice: «Dios nos llamó para devenir Cristo». No Cristos, sino Cristo. Cuando extiendo mis brazos, veo el modelo de la Crucifixión. Nosotros estamos construidos para ese increíble modelo. Viva eso, sea eso, permítase sentir eso. Usted verá que el pequeño -tu imagen del espejo- reaparece sin cesar, que hace tentativas de invasión, y usted tiene que reconocerlo por lo que es. Y despacharle sin cesar, despacharle y despacharle adonde pertenece.

Douglas Harding

jueves, 10 de febrero de 2011

La Voluntad Suprema


“Hágase tu voluntad y no la mía”, suele decirse. Es una cita de las palabras de Jesús. Su significado es: que se cumpla la Voluntad Suprema y no mi deseo personal.
¿Cuál es la voluntad del silencio? Ser silencio. De eso se trata.

Furia del Lago

sábado, 5 de febrero de 2011

La Única Luz Verdadera que ilumina a todo hombre y mujer que viene al mundo


La historia del Antiguo Testamento, tan lejos de toda alegría, es ciertamente profunda. Y también lo es su secuela mucho más feliz del Nuevo Testamento. Aquí la promesa es que «mientras que en Adán morimos todos, así en Cristo todos seremos hechos vivos» –vivos en el Cristo Universal y Eterno que es la Única Cabeza del Cuerpo con sus innumerables miembros, la Única Luz Verdadera que ilumina a todo hombre y mujer que viene al mundo–.

Douglas Harding

viernes, 28 de enero de 2011

Todas las cosas son evidentes para el niño y para el pobre e iletrado


Sorprendentemente pocos Veedores han visto claramente esta multifacética supresión de lo dado, este radical y omnipenetrante autoengaño –equivalente a la ceguera o alucinación histérica– que la sociedad exige como precio para ser miembro de ella. Y por lo que yo sé casi nadie lo ha comprendido en detalle. Yo sospecho que Jesús lo comprendió. (A pesar de la incomprensión de sus discípulos, indicaciones de esto sobreviven en los evangelios. Por ejemplo, él parece haber enseñado que nosotros no entraremos en el reino hasta que, volviendo hacia nosotros la flecha de nuestra atención, seamos lo suficientemente humildes como para devenir como niños pequeños de nuevo, inocentes cuyo ojo es simple y cuyo cuerpo está disuelto en Luz). Huang-po resume así toda la cuestión: «El necio duda de lo que ve, no de lo que piensa; el sabio duda de lo que piensa, no de lo que ve». Él nos conmina: «Observa las
cosas como son, y no prestes atención a las demás gentes». Y William Blake, un verdadero Veedor, tiene estos pasajes: «El que duda de lo que ve nunca creerá, haz lo que te plazca». «No hay ningún límite a la luz en el seno del Hombre para siempre de eternidad en eternidad». «Jesús supone que todas las cosas son evidentes para el
niño y para el pobre e iletrado. Tal es el Evangelio».

Douglas Harding

miércoles, 19 de enero de 2011

Antonio Blay habla de Jesucristo


¿La mediación de Jesucristo es la función redentora?

Me estás pidiendo una interpretación que corresponde a la teología. Bien, yo creo que siempre hay unos seres que hacen un poco de puente, de intermediarios, o que son mensajeros, si lo prefieres, para los que están menos desarrollados y en este sentido supongo que la figura de Jesucristo puede verse como una figura gigantesca, inmensa, en esa función de puente, de delegación, como de una conciencia muy superior encarnada en un ser humano y que sirve de puente para el resto de la humanidad. Ahora bien, en mi opinión personal, esa divinidad todos la tenemos y todos la somos en el fondo. Sólo que él la vivía de un modo plenamente actualizado. Y nosotros somos aprendices en ello.

¿Podemos conectar con el aspecto divino en nosotros?

¡Claro! Todos somos el mismo amor, y eso es lo que dice el prólogo del evangelio de san Juan.

Antonio Blay

domingo, 2 de enero de 2011

Las palabras de Jesús no me parecieron huecas


















Durante toda mi vida había sido un completo ateo. La palabra “espiritualidad” –y con ella, me refiero a las brujas, duendes y demonios- no significaba, para mí, absolutamente nada, y la religión me parecía una solemne tontería. Pero recuerdo que fue precisamente entonces, cuando cogí una Biblia del cajón de la mesilla que había junto a la cama del hospital y, por vez primera, las palabras de Jesús no me parecieron huecas. No me parecieron un absurdo creado por el hombre sino que había, en ellas, algo sobre la Vida Eterna, algo sobre lo valiosa que es la vida y sobre… hummm, bueno, cómo decirlo…, algo sobre el más allá. Y aunque, por aquel entonces, no reconociese de qué se trataba, aquellas palabras despertaron en mí una resonancia muy profunda.
Yo no tuve la menor elección. Ahí comenzó realmente mi búsqueda espiritual. Tenía que descubrir qué era esa resonancia. Y tenía que descubrirlo “fuera de ahí”.

Jeff Foster

sábado, 1 de enero de 2011

El significado de un dibujo de Douglas Harding y Cristo


(En el dibujo se muestra una persona de pie con los brazos abiertos frente a su imagen en el espejo, Luis Granados).

Este dibujo que se muestra a la izquierda puede hacernos ver estos hechos llanos. Muestra una impresión bastante realista de lo que es la crucifixión en el fin del mundo, de cómo se ve el mundo para el crucificado. He aquí nuestro recordatorio soberano de lo que cuesta ser hecho a imagen de Dios. «Yo estoy crucificado con Cristo», dice San Pablo, «yo vivo. Pero no yo, sino que es Cristo quien vive en mí». Quien yo soy realmente, justo aquí, no es otro que el Uno que es el amor mismo. No hay que sorprenderse, entonces, de que no haya ninguna cura para mi angustia personal hasta que la asimile y asuma la angustia de Su mundo.

Douglas Harding

domingo, 12 de diciembre de 2010

Vida Eterna


‎"Y así, una vez más la pregunta clave que me he hecho a mí mismo es: ¿Soy yo para mí mismo una cosa?, respondiendo a la cual, refiriéndome a la evidencia, no a conjeturas, llego a lo que Jesús llama "Vida Eterna".

Douglas Harding

lunes, 29 de noviembre de 2010

Douglas Harding habla de Jesucristo

La verdadera humanidad se realiza plenamente cuando yo reconozco la diferencia entre mi apariencia, mi funcionamiento ahí fuera periféricamente como un ser humano, y la Fuente Aquí, que no es humana. Yo creo que Jesucristo, que claramente veía que él era uno con el Padre y era perfectamente consciente también de que era el hijo de un carpintero, realizó este ideal. Él era un ser humano real debido a que había logrado poner en orden ambos polos de su ser.

Douglas Harding

domingo, 21 de noviembre de 2010

El mensaje principal


El mensaje principal que Jesús nos dejó en el Evangelio o las “Buenas nuevas” del Reino de los Cielos, Mateo, el autor del primer Evangelio, comienza su relato del ministerio público de Jesús con estas palabras: “Desde entonces, Jesús comenzó a predicar y a decir: arrepentíos, porque el Reino de los Cielos está al alcance de la mano” (Mateo 4:17). Por “al alcance de la mano”, Jesús se refería a “aquí”, “justo delante de nuestra cara”, “en mitad de nosotros”.

Jim Marion

domingo, 31 de octubre de 2010

Uno tiene que perder su vida para salvarla, Jesús


Aquí y ahora sólo existe esto, algo tan completo que es imposible de mejorar. Lo que buscabas siempre ha estado frente a ti… aunque ciertamente no tuviese el aspecto que esperabas.

Todas éstas, como ves, son buenas noticias. Como dijo Jesús, “Uno tiene que perder su vida para salvarla”. Lo único que queda cuando el buscador se desvanece es el amor.

Da la bienvenida, si estás abierto y dispuesto a escuchar y a soltar, a esta “revolución silenciosa de la espiritualidad”.

Jeff Foster

domingo, 24 de octubre de 2010

El Reino de los Cielos está dentro de vosotros


Muchos siglos de sistemas de creencias nos han enseñado y condicionado tan bien que hemos dejado de estar en contacto con eso que es infinito. Hemos inventado filosofías, religiones y técnicas espirituales para que nos ayuden a avanzar en esta dirección, y ha habido profetas y gurús que señalan el camino de vuelta a casa. Cuando nos damos cuenta de que el infinito está por todas partes, es posible que entendamos que todas estas historias pueden ser ventanas a una visión más amplia, pero también es posible que veamos que no necesitamos nada de eso. No hay nada que averiguar que no esté ya aquí y ahora. Lo único que hay es conciencia de lo que es, y eso es suficiente. Esa conciencia es exactamente lo que somos. No está en otra parte. Cristo dijo: “El Reino de los Cielos está dentro de vosotros”, y es ahí exactamente donde algunos profesores dicen que deberíamos mirar, dentro de nuestro propio ser. Eso no significa en algún lugar dentro del cuerpo, del corazón o del alma, pues este Ser no puede ser localizado. Una vez que reconocemos que el Reino no tiene fronteras, nos damos cuenta de que “dentro de nosotros” significa por todas partes, porque la Luz está en todas partes. Hemos aprendido a identificarnos con nuestra persona, pero eso no es más que un concepto mental. Somos seres que hemos olvidado que somos.

Jan Kersschot

domingo, 19 de septiembre de 2010

Usted es lo Incontenible


Todo el asunto puede ser resumido en la cuestión simple de cuán grande es usted. Hay una tradición acordemente a la cual Jesús dijo: «Un hombre que se mira a sí mismo solo desde fuera, y no también desde dentro, se empequeñece a sí mismo». En lugar de intentar meterse en esa mano de ahí, por favor suba a donde usted está realmente estacionado, al Centro mismo de su mundo, a este Puesto de Observación o Punto de vista desde el que esa mano está siendo vista, y observe como este Punto (¿qué Punto?) estalla para tragar todo ese mundo desde los botones de la camisa hasta el cielo. He aquí la bomba quieta e inobservada que hace que la explosión de Hiroshima parezca una bocanada de humo de cigarro. ¡Porque, muy lejos de su estar contenido en ese diminuto fragmento del mundo llamado su cuerpo humano, usted no está ni siquiera contenido en su cuerpo-mundo, sino que es lo Incontenible!

Douglas Harding

lunes, 6 de septiembre de 2010

El verdadero significado de la pobreza


Esto es el fin de la división y de la comparación, el final de cualquier tipo de jerarquía. También es el fin del sentido de propiedad y el comienzo de la pobreza total. El final de los propios sentimientos, el final de intentar controlar, el final de intentar ser sagrado, el final de intentar tener todas las respuestas, el final de la búsqueda espiritual. Ésta es la pobreza a la que se refería Cristo cuando dijo que es más difícil que un rico entre en el Reino de los Cielos que un camello pase por el ojo de una aguja. Mientras tengamos nuestras esperanzas y miedos, mientras tengamos nuestras propias elecciones y orgullo, mientras nos identifiquemos con una historia personal significativa, somos demasiado ricos para entrar en el Reino. Todas nuestras preguntas y nuestra devoción son egoístas. La verdadera pobreza no tiene que ver con vender nuestras propiedades, abandonar a nuestra familia, tomar un nuevo nombre o vivir una vida ascética en los Himalayas, sino con desenmascarar la fuente de todas las posesiones, que es el sentido del “yo”. Cuando se ve que el “yo” no existe, el Reino de los Cielos se revela e incluye a todos.

De una entrevista a Jan Kersschot de su libro Esto es Ello de ed. Gulaab

viernes, 13 de agosto de 2010

¡El tiempo es ahora!




















La salvación es ahora. Tenemos la tendencia a vernos hacia atrás o hacia delante en el tiempo, pero los Evangelios nos indican que, o dejamos que Jesús nos salve ahora, o no nos salvará en absoluto. A eso se le llama "la gracia siempre disponible del momento presente".

Ésa es lo primero que Jesús proclama: "¡El tiempo es ahora! El reino está presente aquí y ahora. ¡Vuélvete! Cree en la Buena Nueva". Estas cuatro frases resumen toda la enseñanza de Jesús. No es nada esotérico o pseudomístico. Es, sencillamente, la infinita naturaleza del ahora.



Richard Rohr

domingo, 18 de julio de 2010

Un Jesús para nuestro tiempo 3ª y última parte


La segunda cuestión que plantea nuestro Evangelio, es cómo hemos de procurar buscar el Tesoro. ¿De qué manera y con qué espíritu debemos emprender este gran trabajo que es realmente tan inesforzado, si hemos de tener éxito? De nuevo, nuestro texto es completamente claro. Debemos acudir a esta aventura con inspirada candidez, con el espíritu directo y receptivo de un niño, incluso de un bebé. El Reino es invisible para los adultos, como tales. Tenemos que ser lo suficientemente desprejuiciados y atentos como para dejar de lado lo que pensamos que sabemos y comenzar a ver todo de nuevo, como si nunca lo hubiéramos visto antes, y a confiar en lo que encontremos. En esta investigación, nuestra erudición, nuestros sistemas de creencia, nuestras fórmulas religiosas, nuestro (supuesto) sentido común, nuestra intrincada red de opiniones —todas estas cosas son otras tantas capas de cataratas que nos ciegan ante lo que es completamente evidente para el ojo claro del niño. En otras palabras, lo que tenemos que hacer es cambiar conceptos por perceptos, y hacer nuestra fortuna.

La tercera cuestión plantea qué es exactamente eso que estamos buscando. ¿Cómo reconoceremos este Reino cuando lleguemos a su frontera? ¿Cómo estaremos seguros de que es nuestra Patria? ¿Cuál es el clima, la topografía característica, de esta Tierra Prometida? ¿Por qué signos sabremos que hemos descubierto el secreto real de Tomás, y no simplemente alguna noción que tengamos sobre él? Bien, los indicios —metáforas y símiles y descripciones directas— esparcidos por todo nuestro texto, son abundantes, variados, simples, convincentes, y a menudo bellos. Este Querido País nuestro, nuestra Patria, es un lugar de misterio paradójico y profundo, y sin embargo su aire es más claro que la amplia luz del día, y más vasto que el cielo más vasto. De acuerdo con Tomás está vacío, y sin embargo lleno del Todo. Vacío para llenarlo con lo que quiera que acontezca que se ofrece, podríamos decir. Es donde los opuestos —dentro y fuera, arriba y abajo, masculino y femenino (para citar solo unos pocos)— se unen y son uno y lo mismo. Aquí está El no nacido de mujer, a quién ningún ojo ve, ni ningún oído oye ni ninguna mano toca. Aquí está el Ser de todos los seres, que permanece cuando todos los seres se han ido. Aquí está la Quietud en la que se hacen todos los movimientos. Aquí está la Luz dentro del hombre-Luz que ilumina el mundo entero. Así habla el Jesús para nuestro tiempo.

Y ahora usted y yo sabemos con precisión dónde mirar, y con precisión cómo mirar, y con precisión qué hemos de mirar, y solo queda una cosa por hacer —y eso es MIRAR. Usted se mira a Usted Mismo, y yo me miro a Mí Mismo, como si fuera la primera vez. Sí, por favor haga eso en este mismo momento, sin dejar este libro. Atrévase a mirar al lugar mismo que usted ocupa y vea si en realidad está ocupado —atestado de anatomía— O, como dice Jesús, vacío. Vacío, justo ahora, para estas palabras impresas. ¿Por qué no dejar de ser excéntrico y desequilibrado —por no decir loco? ¿Por qué no ser donde solo usted es y dónde usted es el Solo, el único descubridor y el único experto y el único residente en este Lugar de lugares? ¿El Colón solitario de este Mundo-Siempre-Nuevo —el Reino Dentro, su reino?

Jesús tuvo un camino duro. No era una broma estar tan adelantado a su tiempo y lugar. ¿Cómo podemos nosotros enmendarlo? Recuerdo un par de líneas de un himno que nosotros solíamos cantar de niños:

¿Qué podemos hacer por el bien de Jesús
que es tan elevado y bueno y grande?

Bien, hay una cosa que nosotros los adultos podemos hacer ahora mismo, para que su tarea y agonía no sean en vano, y eso es —no creer esta enseñanza suya en Tomás, sino probarla, verificando (o refutando) sinceramente las escrituras por nuestra experiencia en lugar de nuestra experiencia por las escrituras. Por ejemplo, él nos dice:

Si aquellos que os guían os dicen
¡Mirad!, el Reino está en los cielos,
Entonces los pájaros del cielo llegarán
allí antes que vosotros.
Si os dicen
Está en el mar,
Entonces el pez llegará allí antes que vosotros.
Pero el Reino está dentro de vosotros.

Querido lector, si no por amor de Jesús entonces por respeto a él, o por interés en lo que él alega que usted es realmente, o al menos por una mezcla de cortesía y curiosidad, mire y vea si él sabe de lo que está hablando. Ponga sus palabras a prueba llevando a cabo el siguiente simple experimento. Leer solo mis palabras es peor que inútil.

Apunte con su índice arriba al cielo ahora y quizás a los pájaros que vuelan. O, si usted está en casa, apunte arriba al techo y observe que su dedo está apuntando a una cosa u otra, y ciertamente no a la vacuidad que es el Reino. Seguidamente apunte hacia fuera a aquellas colinas y árboles y casas, o a la pared y a la puerta y al mobiliario en el lado opuesto de la habitación, y advierta que usted está apuntando a una colección de objetos distantes. Seguidamente, apunte a la tierra o al suelo. Y después, lentamente y con gran atención a sus pies, después a su regazo, después a su tronco, y advierta como en cada caso, esta cosa que usted llama su dedo está indicando otra cosa, y que hay una distancia entre ellas. Y ciertamente, una vez más, el Reino no es ni una cosa ni está distante de nada: por el contrario, es omniinclusivo. Finalmente apunte a su «cara». Ahora, según la evidencia presente, ¿a qué está apuntando ese dedo?

¿Está apuntando a una cosa más bien pequeña, opaca, coloreada, con textura, en movimiento, compleja y bien perfilada? ¿O a un Vacío que, aunque atestado con todo tipo de cosas y cualidades, es de un tipo completamente único? ¡Vea por usted mismo! ¿No es inmenso, transparente, incoloro y sin textura, sin movimiento, simple, llano en ambos sentidos —y agudamente consciente de sí mismo como todo esto? Ajustándonos a lo que se da ahora, abandonando la imaginación, no introduciendo en la situación nada ajeno a ella, ¿no es usted en este momento Capacidad o Espacio para la escena entera, desde el cielo hasta la Tierra, desde la Tierra hasta los pies, desde los pies hasta el escote —Espacio Consciente para que todo ello acontezca en Él? Yo no estoy en situación de decirle lo que es ser usted en este momento. Solo usted puede decirlo. Por favor, continúe mirando a lo que está apuntando ese dedo, y resuelva, de una vez por todas, su verdad sobre este sujeto esencial —que es usted mismo como Sujeto.

Ciertamente la buena nueva es verdadera, y el Reino está dentro de usted.

En otro dicho de nuestro Evangelio, Jesús se queja tristemente de que los humanos están ebrios, están tan ciegamente ebrios que no pueden ver su Vacuidad. Usted y yo, al menos, nos hemos desembriagado lo suficiente ahora para advertir que nosotros no vivimos dentro de cajas pequeñas, estrechamente ajustadas, oteando por dos pequeños agujeros un mundo distante desde el oscuro y pegajoso interior. No, nosotros estamos fuera, fuera y por todas partes. Nosotros vemos claramente cuán ampliamente abiertos somos, abertura misma, vasta, enorme, que se extiende y abarca el Sol y las estrellas. Cuán refrescante, cuán liberador es no ser ya más una pequeña cosa iluminada, sino, en lugar de ello, la Luz que ilumina todas las cosas en el mundo. Y esta Inmensidad brillante que usted es realmente —¿Cómo podría esto nacer de una madre terrenal, o (lo que es más) nacer en absoluto? ¿Es esto el tipo de cosa que algún empresario de pompas fúnebres podría manejar, o que requiera sus servicios? Usted, que hace tales preguntas, usted es su respuesta. Usted sabe, usted ve, usted es el secreto del Evangelio según Tomás. Lejos de desconcertarnos a usted y a mí con cuentos de hadas, de atiborrarnos de controversia religiosa y propaganda piadosa, nos pide que no creamos nada de palabra. Sino que lo pongamos a prueba, y de inmediato ello cobra un sentido perfecto. Deja al descubierto nuestro esplendor, y nos muestra cómo vivir.

En contra del resurgimiento del fundamentalismo (¡menudo nombre inapropiado!) y la superstición de todo tipo, una gran simplificación está en proceso. Es un movimiento fuera de las formas externas de la religión —de sus observancias mágicas, de sus dogmas tan increíbles como ingeniosos (pero siempre cruelmente divisorios), de la masiva maquinaría eclesiástica que rechina y se atasca —un movimiento, fuera de toda esta ofuscación, hacia la visión beatífica que está en el núcleo de las grandes tradiciones religiosas, hacia el corazón simple y paciente que late vigoroso en todas ellas. He aquí una espiritualidad transparentemente honesta y antisectarista fundada en la experiencia directa en lugar de en el dogma y lo sabido de oídas.

Yo sugiero que no es un accidente que la cueva en Nag Hammadi retuviera su tesoro durante mil setecientos años, y que solo lo entregara cuando hombres y mujeres —en número suficiente para cambiar la historia— hubieran devenido escépticos y suficientemente sobrios como para descifrar su código secreto, revelando lo que es, después de todo, perfectamente evidente. En cualquier caso, gracias en parte al Jesús de Tomás, está deviniendo cada vez más difícil negar que nosotros somos lo opuesto mismo de los pequeños, opacos y no luminosos mortales que parecemos ser.

El secreto está al descubierto. La verdad salvadora es el más abierto de los secretos. El Reino ha llegado, y las gentes están comenzando a notarlo.

Douglas Harding

miércoles, 14 de julio de 2010

Un Jesús para nuestro tiempo 2ª parte
















El Evangelio comienza con un aviso, un reto y una enorme promesa. El aviso es que estos dichos de Jesús no son solo para leerlos. Hay que hacer un trabajo con ellos. Su significación no está en su superficie, su secreto tiene que ser penetrado y expuesto. El reto es persistir en este trabajo hasta que el significado secreto ya no sea secreto, sino evidente. Y la recompensa por hacer este descubrimiento es nada menos que la vida y el reino eterno.

Animados así, emprendamos el trabajo al momento. Si somos serios, al instante tendremos que hacer frente a algunas cuestiones prácticas sobre cómo proceder —cuestiones de dónde y cómo y qué. ¿Exactamente dónde tenemos que buscar esta buena nueva, este tesoro de tesoros? ¿Exactamente cómo lo buscaremos, con qué espíritu dirigiremos esta prometedora búsqueda? ¿Por qué signos la reconoceremos cuando la hayamos encontrado?

Felizmente nuestro Evangelio mismo responde a estas cuestiones de procedimiento para nosotros. Nos da un manojo de llaves para abrir el tesoro.

Tomemos primero la cuestión de dónde ha de ser encontrada la verdad salvadora, el secreto de los secretos. La respuesta no deja lugar para la duda. El reino —el lugar de la Vida, del Conocimiento, del Reposo —no está encima o más allá o debajo. Está dentro. Está justamente donde yo estoy en este momento, más cerca de mí que mí mismo, más cerca que todo lo demás. Es el Hogar que nunca he dejado realmente, el foco y punto medio de lo que es a la vez mi mundo y el mundo, siempre aquí y nunca ahí. Lo cual solo puede significar que todos los libros —incluyendo, por supuesto el que usted está leyendo ahora, y ciertamente el Evangelio según Tomás mismo— están literalmente fuera del punto al menos unos veinte centímetros. Ahí fuera, no tienen ningún valor excepto como señaladores a su Lector, el único que está a cero metros de sí mismo. En efecto, Jesús insiste en que usted vuelva su atención 180 grados y mire simultáneamente a lo que usted está mirando y a desde donde usted está mirando. Es tan simple como eso, y tan fácil como parpadear, con solo que dejemos de pretender que es complicado y difícil y reservado para gente muy especial. Quienquiera que usted sea y justamente como usted es, es aquí y solo aquí, donde usted encontrará la perla, el Tesoro enterrado, lo Sin muerte, el Reino que es suyo propio. Aquí en el Centro, usted es la llave, usted es el secreto de estos dichos de Jesús.

Douglas Harding

lunes, 5 de julio de 2010

Un Jesús para nuestro tiempo 1ª parte


El Evangelio según Tomás, perdido y descubierto «por accidente» en una cueva egipcia en 1945, no podía haber aparecido en un momento más oportuno de la historia, o con un mensaje que hable más directamente a nuestra condición y necesidades. En este antiguo texto apócrifo cristiano, la voz viva de Jesús llega hasta nosotros directamente, sorteando todo lo que los hombres han estado diciendo sobre él y haciendo en su nombre. Vuelve claramente, sobre el clamor confuso de dos milenios de cristianismo. Es como si él mismo hubiera puesto esta benéfica bomba de relojería en la cueva en Nag Hammadi, colocando cuidadosamente la mecha para retrasar su explosión hasta que el mundo estuviera listo para el impacto. Es como si, tan trágicamente adelantado a su propio tiempo, él hubiera sabido cuándo un número significativo de hombres y mujeres completamente ordinarios (tan distintos de los sabios y veedores altamente especializados y disciplinados) fueran al fin capaces de alcanzar su visión de la Luz, su experiencia de lo que él llama el Reino.

Yo no puedo hacer nada mejor que comenzar citando un número de dichos o logia típicos de este Evangelio:

Que el que busca, no cese hasta que encuentre. Y cuando encuentre, se asombrará, y cuando se asombre, se maravillará, y será rey sobre todo.

Vosotros examináis la faz del cielo y de la tierra, pero no sabéis qué es donde vosotros sois. E ignoráis el momento presente.

El hombre anciano no dudará en preguntar al niño de siete días sobre el lugar de la vida, y vivirá.

Los cielos y la tierra se plegarán ante vuestros ojos, pero el que vive desde el Uno no experimentará ni muerte ni temor.

Muchos están de pie frente a la puerta, pero es el Solo el que entra en la cámara de la novia.

Yo soy la Luz que está en todas las cosas. Yo soy el Todo. De mí ha salido el Todo, y a mí ha vuelto el Todo. Cortad la madera y yo soy ahí. Elevad la piedra y me encontraréis.

El que conoce todo excepto a sí mismo, carece de todo.

Nosotros venimos de la Luz, del lugar donde la Luz viene a la existencia por sí misma solo.

Yo estuve en medio del mundo y aparecí ante ellos en la carne. Les encontré a todos ebrios. No encontré a nadie que estuviera sediento. Y mi alma fue perturbada por los hijos de los hombres, pues ellos son ciegos en sus corazones, y no ven que vienen vacíos al mundo.

Hay una Luz en el hombre-Luz y ella ilumina el mundo entero.


Este quinto Evangelio o escrito de Dios es muy diferente de los cuatro Evangelios canónicos. Es una colección de los dichos o logia de Jesús, algunos de los cuales son un eco de sus dichos en los otros evangelios, y algunos de los cuales son únicos de Tomás. No contiene milagros ni historias admirables, ni caminatas sobre el agua, ni resurrección de los muertos, ni concepciones inmaculadas o ascensiones a los cielos o descensos a los infiernos: nada en absoluto para forzar nuestra credulidad. Ciertamente, es una compilación más tardía que los cuatro canónicos. Sin embargo, algunos eruditos creen que puede remitirse a fuentes anteriores a las de éstos, y por lo tanto nos ofrece lo que puede ser llamado un Jesús desmitologizado. Sea como sea, la cuestión ante nosotros ahora es el valor y la verdad de estos dichos, sin importar cuán auténticos sean históricamente, cuán lejanas estén las palabras de Jesús, o de sus seguidores e intérpretes.

Douglas Harding

Gracias Pedro Rodea por el artículo

domingo, 20 de junio de 2010

La Eucaristía y la Vía sin Cabeza de Douglas Harding




La Eucaristía Cristiana, cuando se contempla desde dentro, es un ejercicio en el “descabezamiento o decapitación”. A continuación mostramos el por qué.

1. La Misa comienza con la Presencia –del sacerdote y de las personas- que se reúnen para rendir culto.

Estar aquí y ahora presente, como la Primera Persona del Presente del Singular –experimentando este gran Espacio abierto de par en par, Capacidad, Vacío (lleno de todo y de todos). Aquí se encuentra el Vacío (por encima de la línea de los hombros), esta sagrada Presencia, siempre sagrada y siempre presente.

2. El sacerdote y las personas congregadas ponen toda su atención en pensamiento,
palabra y obra.
Estando, aquí y ahora, presente en esta Vacuidad, evitando cualquier momento de distracción.

3. El sacerdote y las personas reunidas elevan una petición de misericordia de
Aquel que Entiende, Sabe y Ama.
Aquí, en el punto Cero, en esta Vacuidad, en este Vacío, es el lugar del Puro
Entendimiento, del Saber, del Amor… siendo el lugar donde todo y todos son lo
que son.

4. El sacerdote y los feligreses escuchan las lecturas.
Aquí, en este Vacío, tiene lugar la gran Escucha, ya que de él mana la Fuente de todo sonido. Esta escucha es el Espíritu.

5. El sacerdote y todos los reunidos se ponen de pie para escuchar la palabra de
Dios (ej: La Buena Nueva)

Aquí, en este Vacío, en esta Vacuidad, en este Espacio, en esta Capacidad, hay
espacio para todos y todo… sin pensamientos, sin sentimientos, más allá de la
mente, más allá del lenguaje, en un silencio que habla al Corazón. Un silencio
que habla sin palabras. ¡Qué Buena Nueva es esta!

6. El sacerdote y todos los congregados ofrecen el pan y el vino.
Aquí, exactamente donde Yo Estoy en este momento, la ofrenda y el que ofrece,
son UNO. Aquí está el centro del Universo.
Nadie está excluido. Todo el mundo está presente. Nada puede ser ofrecido si no ha sido recibido. Aquí lo Dado es la Ofrenda, y la Ofrenda es lo Dado.

7. El sacerdote consagra el Pan y el Vino que se convierten en el Cuerpo y Sangre de Jesucristo. Este es un momento sagrado.
Aquí en el punto Cero, Primera Persona del Singular, en este Vacío, en esta Vacuidad, en el descabezamiento o decapitación, en este espacio sin-mente, también tiene lugar una consagración, es decir, cada diminuta partícula en el mundo, cada grano de arena, cada piedra, cada hoja, cada gota de agua, cada animal, cada ser humano se hace sagrado en este punto, aquí mismo, en esta Vacío que contiene Todo.

8. El sacerdote y todos los reunidos alcanzan el momento de la comunión. comen y beben.
También aquí, una gran Comunión está teniendo lugar ahora mismo, mientras yo escribo y tú lees estas palabras; aquí somos todos UNO. Aunque escribo estas palabras sobre una página, soy consciente de ser simplemente el escribiente. Ahí abajo está la página y el movimiento de la mano. Aquí arriba en el punto Cero está este gran Espacio. Mientras lees estas líneas, eres consciente de Aquel que realmente está leyendo, Aquel que está en el Centro.

9. La Misa finaliza con una Bendición y la gente se marcha.
Aquí, en el punto Cero, en este Vacío, está la más grande Bendición. Aquí, nunca nadie necesitó alguna vez marcharse o irse. Aquí, lo visto es maravilla. Aquí, tú eres lo Visto.

Hymie Wyse

domingo, 13 de junio de 2010

Y sus discípulos le preguntaron: “¿Cuándo llegará el reino?”


Y Jesús replicó:
“No vendrá como las personas esperan;
No dirá “¡Mira, aquí está!” ni “¡Mira, ahí está!”,
Porque el reino de los cielos
Ya se extiende sobre la tierra,
Pero las personas no lo ven”.

Qué hermoso es esto, instante tras instante. Qué impredecible, qué misterioso y qué emocionante.

Los colores de las hojas de otoño.

El crujido de las hojas bajo mis pies.

El frío del viento.

El rocío en las flores.

El murmullo del tráfico.

¿Por qué buscamos el cielo cuando continuamente estamos en él? El reino de los cielos en medio del dolor, en medio del luto, de la muerte y de la guerra, el reino de los cielos tanto en los buenos como en los malos momentos. La búsqueda implica que el cielo está en otra parte, en otro lugar, en otro tiempo. Y eso también está bien. Eso también es el cielo.

¿Por qué buscar? El cuerpo se marchita. De hecho, ni siquiera estamos seguros de que sobreviva otro día. Ni siquiera otro instante. Éste podría ser nuestro último momento. Realmente no lo sabemos.

Éste podría ser tu último momento. ¿Por qué seguir buscando? No hay nada equivocado en ello. Pero, ¿qué estás buscando? ¿Y cuándo lo encontrarás?

¿No podría lo que estás buscando hallarse ya frente a ti, literalmente delante de tus ojos?

¿No te parece eso posible?

Jeff Foster